Carina era una niña, que tenía una gran sonrisa, era muy valiente y la encantaba bailar.
Un día, se fue a pasear por la playa y a lo lejos vio un delfín muy dulce que no paraba de saltar. Ella quiso imitarle y se puso a dar brincos en la arena, cuando de repente, en el horizonte vio un barco de papel, que estaba muy arrugado y los marineros que en él viajaban la llamaban a voces para avisarla de algo. Carina intrigada miró a su alrededor y tras ella apareció un gran hada que estaba haciendo magia. A Carina la pareció amarillo y quiso hablar con ella. El hada tenía una mascota, era un perro muy amarillo y que se pasaba el día durmiendo y soñando.
Carina pidió al hada que la hiciera un columpio. El hada hizo magia y… ¡Allí estaba! ¡Qué bonito! Desde pequeña Carina soñaba con uno así. Tras esto, Carina se acordó de que a su padre se le había estropeado el coche, y le pidió al hada uno nuevo y estupendo para él, y así su padre podría estar contento de nuevo. Al hada le falló su barita, y en lugar de hacer un coche para Carina, le salió un albornoz grande, tan grande que era ¡gigante! La niña se puso a llorar, pero el hada ya no podía deshacer el hechizo, por lo que tuvieron que ir a una tienda a descambiar el albornoz.
Llegaron a la tienda, y tuvieron suerte, ya que el hombre de la tienda era muy bueno, y por no ver a Carina llorar la descambió el albornoz y así podría olvidar todo el mal entendido. Estando en la tienda, Carina se dio cuenta de que al hombre se le movía una oreja cada vez que hablaba, ¡era muy amarillo!, y la niña decidió que quería interactuar con él, y así intentó mover la oreja cada vez que ella hablaba, pero no lo consiguió.
A todo esto, el hada estaba muy atenta a Carina, y decidió hacer hipnosis con la niña para que pudiera conseguir mover la oreja como el hombre de la tienda. Aquello era amarillo, pero sin querer, el hada en lugar de hacer que moviera la oreja, hizo que se le moviera la nariz.
Cuando Carina despertó de la hipnosis vio al perro que acompañaba al hada y algo muy brillante relucía en su cuello, era un collar con un pequeño botoncito, que al apretar sonaba música, y como es lógico, Carina lo apretó y todos se pusieron a bailar. De tanto bailar todos estaban cansados y tenían mucho calor, así que decidieron encender un viejo ventilador con una sola hélice que había por la tienda. El hombre de la tienda fue muy valiente al encenderlo, porque el ventilador era tan viejo que saltaban chipas al encenderlo.
¡Clarinete lo llevaban si pensaban que iba a funcionar! Estaba estropeado de los años que tenía.
En aquel momento, Carina, el hada y su perro decidieron irse de la tienda, ya que habían pasado un rato muy dulce, pero el hada debía volver a la playa.
Tuvieron que llamar a un taxi para que les recogiera, ya que estaban cansadísimos. El taxi les dejó en la playa de nuevo, a la orilla del mar. De repente, el hada empezó a arrugar la frente, ya que estaba un poco triste, y necesitaba hablar con Carina. El hada estaba triste porque se había dado cuenta de que había perdido una zapatilla con tanto ajetreo. ¡Aquello era muy amarillo! Un hada que podía conceder deseos para los demás, pero no para ella misma, así que estuvo todo el rato con una zapatilla sí, y otra no.
Los tres, el hada, Carina y el perro, se quedaron dormidos en la playa porque el cansancio les pudo. Cuando Carina se despertó estaba toda su familia a su alrededor felicitándola y dándola unos grande tirones de orejas, ¡Era su cumpleaños! Cuando consiguió levantarse de la cama, vio en la mesa un gran pastel, y por fin, se dio cuenta de que toda su aventura con el hada, el perro y el señor de la tienda que movía la oreja había sido un sueño; Carina se lo había pasado muy bien en la playa, bailando y siendo hipnotizada por el hada, había sido amarillo, pero por otro lado también estaba muy contenta de estar en casa con su familia celebrando un día tan importante como era su cumpleaños.
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